Aún no he encontrado la gran razón.
O tal vez está ahí, escondida entre la ceguera de un negativismo incierto.Lo he pensado durante horas, pero aún no logro descubrir. Y me da miedo que quizá nunca logre darme cuenta que siempre estuvo ahí,
mi razón está ahí.
o no.
Pero en el proceso de tratar de darle un brillo de luz a mi vida, he decidido escribir algunas pequeñas razones, que a pesar de no ser la gran razón, siguen siendo pedazos importantes que me hacen, en ocasiones, danzar en el sol del día, o de la noche:
El helado de fresa.
Las madrugadas que se convierten en día y nunca llegan a ser sueño.
Las sonrisas irreprimibles, y el que las ocasiona.
Las letras que a veces me recorren el cuerpo en una conexión inigualable.
El pequeño 'vi esto, y te recordé'.
El magnifico 'me siento muy bien contigo'.
Los abrazos y las caricias que no se piden. Y las que se piden.
Los besitos en la frente.
El cruce de miradas coquetas en el vagón del tren.
Los 'eres mía', no con palabras, sino con acciones.
Las noches lluviosas.
El frío de las mañanas de una ciudad que promete primavera.
La vida de las plantas que crecen junto a mi ventana.
Las coincidencias. Y cuando son contigo.
Mi cama. Y morirme en ella.
El amor más que el sexo. Pero ambos.
El roce de dos cuerpos que prometen ser mundos. Y los mundos que descubrimos en nuestros cuerpos.
Los momentos de vida. Y de amor.
Que aún queda un poco de sensibilidad en mi alma.
La penumbra de mi habitación. Pero más si fuera contigo.
Los cambios que prometen ser buenos.
Los cambios que prometen ser buenos.
Los autores, con sus libros y palabras, que descansan en el suelo de mi habitación.
La vida entre páginas. Y las muertes que me dan cada historia.
Que soy joven.
La nostalgia que crece en mi pecho.
Lo que está en mi vida. Y lo que pudo haber estado.
Poder llorar.
Que aún puedo amar.